La profesión de perfumista suele estar rodeada de mitos y especulaciones: parece que las personas que idean las fórmulas de las fragancias viven en un mundo paralelo en el que no hay lugar para el trabajo rutinario, y sólo el aceite de rosa damascena de baja calidad puede distraer del subidón.
Esto no es cierto: un creador de perfumes es una ocupación interesante pero menos romántica de lo que podría pensarse. En ella, como en otros ámbitos, hay profesionales y aficionados, personas que han recibido educación formal (ISIPCA, Instituto de Perfumería de Grasse, Escuela Givaudan, etc.) y quienes han estudiado de forma independiente, hay estrellas -autoras de éxitos conocidos por todos- y artistas que trabajan con complejos perfiles «nicho».
Al mismo tiempo, se empezó a hablar de las «narices» de la perfumería, como se las llama, hace sólo un par de décadas; las actividades de Frédéric Malle, la aparición de salones profesionales (Esxence, Pitti Fragranze) y el desarrollo de medios de comunicación temáticos y blogs desempeñaron un papel importante en ello.
Otra de las tendencias importantes es la atención prestada no sólo al perfumista, sino también al papel del director artístico: la persona que idea el concepto de una fragancia y supervisa su realización.